Y es que el "Yayo" tiene bien ganada su fama de cazador al no dejar pasar ni al más mentado jabalí que ande en la vuelta. Su continuo trajinar durante tantos años detrás de los chanchos lo ha llevado a ser hoy, no sólo un gran conocedor de muchos recónditos lugares y excelente cazador, sino algo más importante aún: un buen amigo.
Nosotros, sabedores de estos dones, no dudamos en llamarlo cuando de cacerías por aquella zona se trata, para que el hombre nos dé sus puntos de vista sobre los lugares a ir, sus opiniones de dónde se dan las posibilidades más grandes de encontrar pasadas, apostaderos y algo que los cazadores de chanchos valoramos una enormidad "saber a ciencia cierta si el dato es bueno". Esto por suerte nos ha llevado a tener grandes aventuras, a veces solos y otras junto a él, ya que en más de una oportunidad nos hemos encontrado mateando junto a un fogón o compartiendo buenas cacerías.
Hace muy poco, en uno de mis viajes al interior, tuve la oportunidad de hacerle una "visita de médico" (por lo corta) y grande fue mi sorpresa cuando al llegar a su casa me encontré con dos grandes jabalíes colgados esperando turno para pasar a ser factura. El abrazo al amigo y a su familia y el inmediato cuento de lo sucedido fue todo uno:
"Fuimos llamados de la Estancia La Nueva sobre las costas del Río Queguay porque los jabalíes estaban haciendo unos estragos bárbaros en la majada. Nos reunimos como siempre en mi casa:JavierTelesca, Mario Cerpa, Mingo Ferroz y yo, para salir el sábado de madrugada y llegar a las 8 de la mañana al campo donde el capataz ya nos esperaba. Con la conversación mantenida con él, elemental para comenzar bien una cacería, nos hicimos hacia la costa con los datos de dónde comenzar a buscarlos y en qué potreros estaban comiendo. Al llegar al monte y luego de largar los perros nos pusimos a hacer un "churrasco rápido" para luego sí, con la buena "picadita previa", entrarle de Ueno a la cacería.
Caza de Jabalí en el Queguay
El monte del Rio Queguay, digo para el que no lo conoce, debe de ser uno de los lugares más bonitos en cuanto a naturaleza, flora y fauna se refiere. Hay zonas donde el propio monte se hace muy ancho, 15 km más o menos entre el Queguay Grande y el Queguay Chico, de "selva" más que de monte y en donde se pueden encontrar las especies más variadas de buchería y vegetación.
A esto hay que agregarle unas fabulosas lagunas escondidas, pajonales impenetrables, bañados infranqueables y monte y más monte, algunos muy altos, en donde se puede caminar por horas y también perderse hasta el más baquiano. Es evidente que para los chanchos son lugares especiales.
Pero ya en plena batida y enseguida de salir del campamento encontramos pisadas bien frescas. Corriendo con la ventaja de conocer muy bien el lugar, de inmediato me la jugué diciéndole a todos: "están en el sarandisal" y hacia allí nos largamos.
Al llegar los rastros confirmaban mi teoría y la perra Diana, muy veterana en estas Hdes, de inmediato se puso muy nerviosa y se ganó rastreando y venteando derecho al centro del mismo. Ya con ella dentro no teníamos dudas de que los encontraría.
Es quizás éste, a mi gusto, el momento más esperado por un cazador. El silencio, la espera, la intriga de saber si estarán o no, el repaso en pocos segundos de las opciones de escape, de los lugares en donde están nuestros compañeros de cacería, y de sentir el orgullo de tener buscando a un perro que se maneja bajo nuestras propias enseñanzas. Y luego por fin el ladrido seco y fuerte que alertó a toda la perrada que se mandó de cabeza para armarse el tal entrevero.
No hubo dudas de que era un padrillo ya que la lucha era encarnizada y los quejidos esporádicos de los perros cuando el colmillo hacía su trabajo eran tremendos.
Nos costó llegar al agarre debido a la gran mugre que había, pero luego del esfuerzo me le pude arrimar para entrarle con la daga por atrás de la paleta y así terminar con sus destrozos.
Ya más tranquilos y mientras sacábamos los perros de la presa noté que faltaba la perra Diana. Buscando la encontramos pero lamentablemente lastimada, ya que el padrillo antes de caer derrotado había logrado cortarla más feo que a otros tres. Allí mismo hicimos la primer curación y allí mismo la cocimos donde las heridas se veían peor, es muy importante llevar siempre encima implementos para primeros auxilios.
Corté la manga del buzo y la vendamos con eso que era lo único que teníamos a mano para luego atenderla mejor, botiquín mediante, en el campamento.
Y en eso estábamos cuando los perros volvieron a avanzar dentro del sarandisal. Resultó que un poco más alejado del lugar donde habíamos agarrado el primero y quieto como recién operado se encontraba otro padrillo.
Para éste la cosa fue al revés ya que peleando y corriendo junto a los perros, se salió del sarandisal al limpio en donde no le fue tan bien como esperaba ya que Javier se le fiíe arriba para terminar también a daga con otro problema para el campo.
Luego de tener a los dos mocitos agarrados, la pregunta del millón fue ¿y cómo llevamos estos dos brutos animales hasta el campamento?.
La única solución que encontramos fue arrastrados hasta el Río y echarlos al agua sin abrir, para llevarlos por éste, medio flotando, atajados por la bajante debido a la sequía.
Hicimos 3 km por el mismo para llegar, con la tardecita arriba, al lugar en donde los sacamos hasta la orilla del monte. Allí sí, los abrimos y nos fuimos al campamento que nos quedaba a otros 5 Km por campo traviesa.
Cuando llegamos entre la atención a los perros, el cansancio y el merecido brindis, bastante prolongado por cierto, caímos rendidos.
Al otro día arrancamos temprano en la camioneta cruzando campos hasta dos cuadras antes a donde los porcinos nos esperaban "estirados". Sacamos fuerzas de flaqueza, los echamos al hombro y los arrimamos hasta la ansiada locomoción en donde creímos que las 2 cuadras se habían transformado en 2 km.
En la estancia la algarabía fue mayúscula al ver, por lo menos, a 2 de sus grandes problemas solucionados.
La despedida con los amigos del campo y la promesa de volver ni bien llamaran por otro caso igual quedó firmada. Comenzando el lento regreso a Tacuarembó para llegar a casa y estar tratando de mandarnos, entre tinto y tinto, una buena chorizada.
Así es que el hermoso Río Queguay sigue dando grandes padrillos; preocupación más que importante para los productores de la zona, pero sabedores que el respaldo de los cazadores de jabalíes estará siempre presente.
Un saludo para todos, en especial al 'Yayo" y toda su familia, y será hasta la próxima si Dios quiere.
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